Cristo enfatizó la naturaleza personal de esa clase de relación. (Mateo 10:32, 33) Su llamada es, “Venid a mí”, no venid a una organización o a una iglesia o confesión (Mateo 11: 28). De igual modo, en su ilustración de la vid, él no dijo que fuera la vid, que las organizaciones eclesiales fueran los sarmientos, y que “vosotros sois los retoños que salen de esos sarmientos,” sino más bien dijo: “Yo soy la vid, y vosotros sois los sarmientos,” conectados por tanto directamente con él y residiendo en él. (Juan 15:5) No hay tal cosa como fe colectiva o de grupo, salvo en lo que se refiere a que cada persona de ese grupo expresa su fe de manera personal e individualmente. Sucede como con las convicciones. No puede ser la de un grupo. Debe ser personal, individual. De otro modo, es una convición que se ha tomado prestada, así como se toma prestada la fe, y eso no es fe en absoluto. Esta individualidad se enfatiza repetidamente en las Escrituras.–Romanos 10:9-11 dice:
Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación. Porque dice la Escritura:’Todo el que crea en él, no será confundido.’–NBJ. (Nota: Los verbos griegos para “confesar” y “creer” están en singular, dirigidos al individuo.)
En su carta a los Romanos, el apóstol también escribe:
“Todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios, pues dice la Escritura: ¡Por mi vida!, dice el Señor, que toda rodilla se doblará ante mí, y toda lengua bendecirá a Dios. Así, pues, cada uno de vosotros dará cuenta de sí mismo a Dios. Romanos 14: 10-12 (BJ).
A la hora del juicio no compareceremos ante Dios y ante su Hijo en calidad de miembros de un grupo religioso o una organización. Nos presentaremos como individuos, “cada uno de nosotros”.
Cierto, se hace referencia al “cuerpo de Cristo”, ¿Cómo se llega a formar parte del mismo? ¿Acaso mediante la asociación o afiliación a una entidad o iglesia? La Escritura indica que eso carece de importancia al respecto y nada tiene que ver con el asunto, dejando bien claro que se llega a ser miembro únicamente a través de la unión con el Cabeza, el Unico mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo. 1 Timoteo 2: 3-6.
Ser parte del “cuerpo” de Cristo conlleva la “ciudadanía” celestial (Filipenses 3: 20; Hebreos 12: 18-24). Dicha ciudadanía no entraña dependencia de una zona geográfica o entorno alguno. El caso del etíope bautizado por Felipe ilustra cómo ninguno de esos factores tiene influencia en ser miembro de ese cuerpo. (Ver Hechos 8: 26-39). Después de su bautismo en señal de aceptación de Cristo como su Redentor y Cabeza, el etíope continuó el camino a su tierra natal. Al hacerlo, dejó atrás la región en la que había congregaciones cristianas con hombres en calidad de ancianos o ayudantes al servicio de las necesidades de sus compañeros cristianos. El fue a una región en la que nada de eso existía. A pesar de todo pudo continuar su viaje con “regocijo”, dado que la distancia o la soledad no comportan aislamiento del “cuerpo de Cristo”, pues la unión con el Cabeza permanece intacta. Tampoco sus circunstancias ponían en peligro o debilitaban de manera alguna su ciudadanía celestial. Sin duda, con el tiempo encontraría algunas personas con las que compartir su fe en el Hijo de Dios, pero entretanto seguía siendo miembro de pleno derecho del “cuerpo de Cristo” como cualquier otro.
Reconociendo estas verdades bíblicas, con respecto a lo que realmente envuelve el ser miembro de la congregación cristiana o “iglesia”, el internacionalmente conocido comentarista suizo Emil Brunner, escribe:
Allí donde se predica y se cree la Palabra de Dios, donde dos o tres personas se reunen en el nombre de Cristo, allí está la Iglesia. Puede decirse cualquier otra cosa con respecto a la Iglesia, pero esto es fundamental. Esa afirmación jamás (ni siquiera al día de hoy) ha sido entendida en toda su revolucionaria plenitud. El encuentro de dos o tres personas debe ser reconocido como la Iglesia, si bien en forma imperfecta. Cuando un padre reune a su alrededor a los de su casa para explicarles el Evangelio a su manera sencilla, o cuando un lego, aparte un corazón rebosante, proclama la palabra de Dios a un grupo de jóvenes, ahí está la Iglesia. Quienquiera que se desvía de esta norma, quien piensa que deba incluirse alguna añadidura para conseguir que eso sea una auténtica Iglesia, ha distorsionado el significado del corazón mismo de la fe evangélica. [The Divine Imperative, Emil Brünner (The Westminster Press, Philadelphia), 1937, página 529, subrayado nuestro].
Parece algo difícil para muchos el conseguir un sentido de relación personal con Dios y Cristo, uno no dependiente de relación subsidiaria alguna con una institución. Algunos parecen casi temer una relación de persona a persona con su Creador y con su Hijo. Seguramente nunca nos sentiríamos a gusto con esa relación, si la consideramos dependiente de nuestra propia perfección, del éxito en ser más ejemplares que otros cristianos en lo que se refiere a conocimiento, sacrificio propio, etc. Nos causa regocijo a causa del amor de Dios y la dádiva de su Hijo amado. No hay otra justificación para el sentido de seguridad tan deseable y necesario.
Cualesquiera de los beneficios aparentes por ser miembro de una organización jamás pueden equipararse al maravilloso y confortable consuelo que proporciona esa relación personal. Cristo se asemeja a sí mismo a un pastor que no considera a sus ovejas meramente como una agrupación anónima, sino como alguien que “llama a sus propias ovejas por nombre”. (Juan 10:3). El nos conoce y cuida de cada uno de nosotros individualmente. De nuestro amoroso Padre celestial el apóstol escribe: “confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros”. 1 Pedro 5: 7 (BJ).
Después de la muerte de Cristo se llevó a cabo un proceso de institucionalización entre sus seguidores profesos. La naturaleza personal de la relación de uno con Dios y su Hijo se vio afectada negativamente, experimentó una mengua.
Charles Davis fue por muchos años un sacerdote y teólogo prominente (y editor del diario británico The Clergy Review) en la más grande de las instituciones, la Iglesia Católica. Explicando las razones por las que tomó la decisión de abandonar su afiliación de toda la vida a dicha institución a finales de los 1960s, escribió en su libro A Question of Conscience (Una Cuestión de Conciencia):
Continúo siendo cristiano, pero he llegado a comprender que la Iglesia tal y como es y actúa en la actualidad es un obstáculo en la vida de los cristianos comprometidos a los que conozco y admiro. No es la fuente de los valores que aprecian y apoyan. Por el contrario, viven en constante tensión y choque con ella. Muchos pueden continuar como católicos romanos tan sólo porque viven su cristianismo al margen de la iglesia institucional y la ignoran ampliamente. Respeto su posición. En el actual período de confusión la gente ha de conllevar su compromiso cristiano de diferentes maneras. Pero su solución no era válida en mi caso; yo estaba demasiado comprometido. Tenía que preguntarme si seguía creyendo en la Iglesia Católica Romana como institución. Me di cuenta de que la respuesta era que no. (Subrayado nuestro).
A continuación puso de manifiesto los asuntos clave que le llevaron a esa convicción:
Para mí el compromiso cristiano es inseparable de lo que tiene que ver con la verdad y con las personas. No encuentro ni lo uno ni lo otro representado por la Iglesia oficial. Existe interés por la autoridad a expensas de la verdad, y constantemente me aflijo por los casos en que se hace daño a las personas debido a la actuación de un sistema impersonal y falto de libertad. Además, no creo que la alegación que hace la Iglesia como institución esté respaldada por la adecuada base bíblica e histórica. . . [A Question of Conscience, página 16].
Más tarde añade:
Uno de los factores que me llevó fuera de la Iglesia Católica fue la infelicidad que encontré dentro de ella, siendo víctima de las tensiones destructivas que actualmente marcan su vida. Ahora soy como un hombre que ha saltado de un tiovivo en movimiento, magullado y sacudido, pero con un gran sentido de tranquilidad y paz.
Dentro del marco de la institución encontró que:
… parece prácticamente imposible el mantenimiento de un debate cortés y equilibrado en el que haya opiniones encontradas sobre un asunto acuciante o de interés actual. De inmediato se insufla una atmósfera de censura, pronunciamientos de herejía o error, imputaciones de deslealtad o mala fe… Comencé a plantearme si podría ser el pueblo de Cristo una institución que estaba restringiendo a la gente al punto en que se pusieran trabas anormales para el amor, incluso destruyéndolo con frecuencia.
Con respecto a la reacción de los responsables en relación al problema, escribió:
Ellos… persisten en exacerbar la situación mediante llamados a la sumisión y a la inacción paciente bajo el pretexto de la obediencia y el amor, [A Question of Conscience, páginas 20, 21]
Personas con diferentes antecedentes religiosos han llegado a encrucijadas similares en su vida. También a ellos se les puede haber dicho que sencillamente “esperen en el Señor” en tanto permanecen pasivamente sumisos al sistema al que están adscritos. Algunos entienden que sencillamente no pueden conscientemente actuar así. Las palabras de Davis describen la situación de muchos:
No habiendo tenido una forma alternativa de ser cristianos a su alcance, han abandonado la fe cristiana. La fe de muchas de esas personas podría haber sido conducida a la madurez si se les hubiera mostrado cómo vivir y estructurar socialmente la fe cristiana sin dejarse aprisionar por las estructuras caducas y las denominaciones existentes… A menudo ellos tienen la sensación de que nadie afronta las mismas dificultades y problemas o siente las mismas necesidades; las directrices oficiales son tan penetrantes, es tan insistente la presión de que cualquier falta de conformidad se debe a culpa personal… No reconocen que a amenudo es su propia fe cristiana la que les lleva al rechazo de las estructuras institucionales contrarias al propio entendimiento y libertad del hombre así como a la verdad y amor cristianos [A Question of Conscience, páginas 237, 238].
La separación de una estructura religiosa que uno encuentra seriamente defectuosa, y la libertad del control de esa estructura no es en sí mismo la solución, no es la garantía de mejora. Algunos que se han separado no son en esencia mejores que antes, no tienen idea de cómo utilizar la libertad cristiana de manera saludable y beneficiosa, que honre a Dios; algunos cambian una serie de creencias falsas y verdaderas por otra que igualmente combina creencias falsas y verdaderas. Nuestro interés no está en “sacar personas de alguna organización particular”, sino en ensanchar y profundizar en el aprecio por una genuina relación personal con Dios y Cristo.
[Citas tomadas de A Question of Conscience de Charles Davis (London: Hodder and Stoughton, 1967) con permiso del autor que en la actualidad reside en Canadá.]
En una próxima sección presentaremos información que pueda ser útil a personas que se estén enfrentando a la situación descrita.