En oración a su Padre, Jesucristo dijo: “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a quien tú has enviado, Jesucristo.” (Juan 17:3, NBJ) Estas palabras muestran que vida eterna no es simplemente lo mismo que existencia perpetua o sin fin. La cualidad distintiva de esa vida es una constante relación con Dios, de modo que es algo mucho más grande y enriquecedor que la simple existencia sin fin.
Así, comentando Juan 17:3, The Expositor’s Bible Commentary dice:
La segunda frase define la naturaleza de la vida eterna. No describe un sentido cronológico sino de relación. La vida es envolvimiento activo con el entorno. . . . tanto con el físico como con otras personas. La más elevada clase de vida está relacionada con el más elevado entorno. Para la más completa realización de nuestro ser, debemos conocer a Dios. Esto, dice Jesús, constituye la vida eterna. No solo es infinita, puesto que el conocimiento de Dios requeriría una eternidad para que se desarrollara plenamente, sino que cualitativamente debe existir en una dimensión eterna.
Conocemos al Padre como el único Dios verdadero cuando somos exclusivamente devotos a él, le amamos, nos esforzamos por hacer lo que agrada a sus ojos, creemos en su amor profundo y tierno cuidado para con nosotros incluso cuando nos encaramos a pruebas severas, confiamos en su palabra, y buscamos su ayuda, guía y consuelo. (Proverbios 3:5, 6; 30:5, 6; Mateo 4:10; 22:37; 2 Corintios 1:3, 4; Hebreos 12:7-10; 3:5, 6; Santiago 1:5; 1 Pedro 4:1, 2; 5:7) “Dios es amor,” porque el “amor” resume todo lo que él es en su mismo ser. Por eso, conocerle significa ser cariñoso como él es cariñoso, compasivo como él es compasivo, y misericordioso como él es misericordioso. (Mateo 18:21-35; Lucas 6:36; Santiago 2:13; l Juan 4:16, 20, 21) Los que tratan a los hijos humanos de Dios de un modo lleno de resentimiento, cruel o de un modo despectivo, no le conocen a él. Esas personas quizá tengan un conocimiento intelectual de Dios adquirido por leer las Santas Escrituras, pero no tienen una relación con él. No conocen al Padre, y él no los reconoce como sus hijos. El apóstol Juan escribe a los cristianos:
Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. – 1 Juan 4:7, 8; NBJ.
Sin embargo, conocer al Padre en el sentido de tener una relación con él es imposible, sin conocer también a Jesucristo como el que el Padre envió al mundo de la humanidad para que nuestros pecados puedan ser perdonados sobre la base de la fe en la eficacia de la muerte de su Hijo en sacrificio. (Juan 3:16-18; 5:36-40; 6:29; 7:28, 29; 10:36; 11:42; 17:8, 20-26; 1 Juan 2:1-5; 3:23) De nuevo, Juan escribe:
En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dió su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos.- 1 Juan 3:16, NBJ.
Sin el Hijo no podríamos llegar a conocer realmente al Dios de amor. Jesús reflejó perfectamente el amor de su Padre y siempre se deleitó en hacer la voluntad de él. (Juan 8:29; 15:9-13) Por eso, rechazar al Hijo significaría rechazar al Padre. Como dijo Jesucristo a ciertos hombres que rehusaron creer en él y que buscaban matarlo: “Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado.” (Juan 8:42, NBJ) Por otro lado, todos los que reconocen que Jesús ha sido enviado por el Padre y tienen fe en él como el Hijo de Dios que dió su vida por ellos, en lugar de permanecer como pecadores condenados con la muerte en mira, vienen a ser poseedores de una nueva vida como hijos amados de Dios y hermanos de Cristo. (Mateo 25:31-45; Hebreos 2:10-18; 1 Juan :1) La manifestación externa de su fe es una vida que armoniza con el ejemplo y enseñanzas del Hijo de Dios mostrando de ese modo que de hecho le conocen. (Mateo 7:21-25; Lucas 6:46; Juan 13:13-17, 34, 35; Romanos 15:1-6; 1 Pedro 2:20-24; 1 Juan 2:6)
Puesto que es posible para los humanos tener una relación aprobada con el Padre y su Hijo sobre la base de su fe en Cristo, en las Escrituras se habla de vida eterna como una posesión presente. Las siguientes palabras fueron dirigidas a creyentes: “Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en el Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Os he escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna.” (1 Juan 5:11-13, NBJ)
Sin embargo, los creyentes no disfrutarán la vida eterna en su plenitud hasta que se hallen en estado inmaculado, con sus cuerpos transformados como el cuerpo glorioso del Hijo de Dios. (Filipenses 3:20, 21; 1 Juan 3:2, 3) En aquel tiempo reflejarán perfectamente el amor del Padre y del Hijo. Entonces ellos conocerán en el más pleno sentido a Dios y a su Hijo, y esa maravillosa relación de ser hijos aprobados de Dios y hermanos de Cristo continuará hasta la eternidad. Jesús proveyó esta confianza a los que desearan abandonarlo todo para ser sus leales seguidores: “Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna.” (Mark 10:29-31, NBJ)
[Copyright 2001 by RHW. Reproducido en Commentary Press con su permiso.]